Amanece otro día espléndido de primavera. Gran desayuno en Escarrila, ya que tenemos que coger fuerzas para subir a l'Ourade. Hace fresquito lo cual nos tranquiliza, y sin muchas prisas, salimos hacia nuestro objetivo, la cresta de Peyrelue, donde un ancho corredor nos llevará al valle d'Estremère. Ya cerca de la base del mismo, observamos que con el calor del viernes, han caído varios trozos de la cornisa y sin pensarlo mucho, cambiamos de rumbo. En la cabecera del valle, ponemos crampones, y subimos por una pala muy inclinada que nos llevará a la misma cresta entre l'Ourade y el Peyrelue. Una manada de sarrios que están tranquilamente allí, donde el sol ha dejado al descubierto pequeños brotes de hierba verde, huye rápidamente, dejando en la nieve profunda sus innumerables huellas.
En la cota 2.525, nos asomamos al valle de Estremère. Amplias palas de nieve polvo terminan en el infinito, allí abajo en la carretera. Una sonrisa nos ilumina. Qué descenso nos espera. Con cuidado, atravesamos la arista hasta el pequeño collado donde ponemos los esquíes. Y giramos, giramos hasta llegar a la carretera.
Los primeros rayos tiñen de rojo la peña Telera
Comenzamos el ascenso por palas en sombra
El sol ilumina todo el valle rápidamente.
El Midi nos vigila constantemente
Con los crampones iniciamos el ascenso a la cresta.
Últimos metros para alcanzar nuestra meta.
Los sarrios nos indican el paso hasta el pequeño collado
La cresta hacia l'Ourade. Los sarrios han dejado sus huellas en la nieve profunda.
Aquí ponemos esquíes.
El valle d'Estremère. Al fondo la carretera del Portalet
Comienza el descenso. Nieve profunda y fría
Las caras norte presentan un aspecto invernal después de la última nevada.
La pala es interminable. Encadenamos los giros hasta llegar al bosque.
Dejamos un bonito dibujo en la nieve.
Y plato de huevos fritos para terminar bien el día
